Caramelos ácidos

-No aceptes nunca caramelos de extraños- le dijo la madre al pequeño que la miraba de reojo y se limpiaba los mocos con el puño del guardapolvo. "Cómo no voy a aceptar un caramelo de regalo, hay que ser gil para no aceptar algo tan rico gratis", pensó el niño mientras asentía convencido con la cabeza y saludaba a una niña que pasaba volando a puro color y con los ojos de caleidoscopio.


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